Los artistas paleolíticos representaron los animales selectivamente, los que habitaban en su entorno, cazaban (los grandes herbívoros) o veían ocasionalmente (carnívoros). Pero sobre todo crearon formas geométricas simples como los puntos o trazos, o complejas, como los grandes signos cuadrangulares con divisiones internas dibujados en la profunda galería de Altamira o los blasones de Lascaux. Los signos son más numerosos que los animales, los cuales acostumbran a estar dibujados a su lado o sobre ellos.
Jamás un paisaje, ni un árbol, un una escena que relacione entre sí las distintas representaciones. Estas flotan sobre las paredes de las cuevas y de los objetos como en un mundo imaginario, salvo raras excepciones, una de ellas en Lascaux (en el Pozo), que amplifica la admirable ejemplaridad del arte paleolítico.
La temática incluye también, aunque de forma intermitente y en proporciones reducidas, representaciones humanas. Su expresión figurativa no sólo es mucho menos realista que la de los animales, sino también, y muy a menudo, extravagante (monstruos, máscaras) o simbólica (manos, sexos).
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